Cuando muere un sueño es porque una pesadilla se ha apoderado de él. El poder contarlo, luego, es el haber hallado el coraje necesario para afrontar el miedo. Perdido aquello que nos ha estado paralizando el alma, comenzamos a respirar, a abrazar de nuevo lo desconocido sin temores, y en ese preciso instante, el mundo, que es el de todos los seres que lo habitan, comienza a cambiar benévolamente en nosotros.